Carlos Mesa en la Cripta de la Colonia Güell (Santa Coloma de Cervelló) |
Hay momentos en que uno no sabe qué decir o pensar ante manifestaciones tan efusivas sobre "La sombra de Gaudí". La que sigue es de un buen amigo, el periodista de investigación Carlos Mesa, cuya opinión podría decirse, yo casi lo aseguraría, es tal vez algo benevolente debido a la amistad que nos une. Aun así es imprescindible compartirla:
Reconozco que soy un
devorador de libros, porque sólo en dos días he arrasado con “La sombra de
Gaudí” de mi amiga Alex Guerra. Si un libro te transmite su soflama, con más
razón la haces arder con pasión, quieres absorberlo como un sorbete, con
rapidez, con deleite y recreándote en los detalles, degustando cada cucharada,
tragando cada palabra, letra o frase.
Alex consigue, mediante
un lenguaje sencillo y directo, transmitir la pasión por Gaudí, rememorar la
calidez de un pasado remoto, transportarnos a la Semana Trágica de Barcelona,
poniéndose ni más ni menos que en la mente del genial arquitecto.
La línea de tiempo va y
viene, usando paráfrasis mecánicas y constructivas, que tanto nos llevan a
rememorar episodios de la vida Gaudí como a disfrutar del momento actual en la
vida de un niño que, según la propia Alex, le evoca los instantes vividos con
su propio hijo. Una metodología que le ha servido para traducir en palabras el
pensamiento de un niño adolescente.
Hay momentos singulares,
de mucha ternura con la bisabuela Bibi de esta historia, amor, pasión, afecto,
recreación y explayamiento en la vida de un personaje. Todo en forma de novela,
sí, pero sin olvidar que Alex quiere narrar retazos de la historia que van
desde el fonógrafo de Edison, el cementerio de Poble Nou, los eclipses lunares,
las tertulias del Café Pelayo, o las conversaciones con Picasso, Maragall, o
Mossén Jacint Verdaguer, entre otros.
En los anales del
misterio ahí está la SEIP, una organización dedicada a asuntos
parapsicológicos, donde Alex demuestra sus conocimientos de las psicofonías o
las psicoimágenes. Me han sorprendido gratamente partiendo de una mente
analista como la de la autora, versada en arqueología e historia, que
supuestamente debería contradecir estas manifestaciones espiritistas para
muchos. Si bien para comenzar, en las primeras páginas del libro se cita a
Allan Kardec y su obra “El libro de los espíritus”. Kardec, cuyo verdadero
nombre era León Denizard Rivali, es uno de los fundadores del llamado
espiritismo, defensor de la reencarnación y que le servirá a Alex para
contarnos la historia del espíritu de Gaudí divagando en las noches veraniegas
del Parque Güell, una antigua urbanización fallida en la que llegó a vivir el
propio maestro en una casa construida por su amigo Francesc Berenguer. Siempre
me ha resultado curioso que Gaudí nunca se construyera una casa para sí mismo.
En casa de herrero, cuchillo de palo, que diría el refranero popular.
En otro orden de cosas,
Alex llega a arrancarme una sonrisa cuando en una de sus conversaciones con
Pepeta Moreu, su amor platónico, aquel por el cual muchos atribuyen su celibato
posterior al rechazo de ésta, uno de los diálogos menciona el vibrador de la
película Hysteria, de la directoria Tanya Wexler. Cabe decir que bajo el
término histeria se ocultaba el descontento y frustración de la población
femenina por no lograr orgasmos. Joseph Mortimer trató el paroxismo histérico
de la época victoriana, pero no será hasta 1902 que la compañía Hamilton Beach
lance el primer vibrador comercial de la historia. De hecho, podemos decir que
en el entorno de Gaudí, el rey Alfonso XIII (hijo de Isabel II y del amante de
ésta, Enrique Puigmoltó i Mayans), asiduo de lupanares, tenía una gran afición
al cine pornográfico de la época. Gracias al monarca se han podido rescatar
muchas de estas películas de comienzos del siglo XX. Incluso delante del Palau
Güell se encontraba uno de los mayores prostíbulos de Barcelona, en la actual
Nou de la Rambla, antiguamente calle Conde del Asalto. De modo que la mención
del diálogo de Picasso en “La sombra de Gaudí” sobre las señoritas de la calle
Aviñón, y la visita a los burdeles es más que acertado. Alex demuestra su
conocimiento de la historia, estando al día de los diarios de la época.
Alex se aleja de
hipótesis que asocian a Gaudí con la masonería, la alquimia, los rosacruces o
los templarios, viendo en todo ello la cercanía del maestro a los encargos de
sus mecenas. Es cierto que Gaudí observa la naturaleza en su materia prima,
descubriendo sus formas, aunque no será en estas líneas, pero discrepo de este
particular, ya que no está todo dicho sobre la vida del genial maestro.
Simplemente añadiré algo a modo de colofón final. Un día, al observar la sombra
del mediodía de la cola de serpiente, horno Atanor, o como se quiera describir
a la pieza final a los pies de los 33 escalones del Parque Güell, sonreí al ver
el signo que la sombra de este horno proyectaba en el suelo. Gaudí, maestro,
maldito constructor de criptogramas, loco, genio, artista, nunca dejarás de
sorprender.
Alex Guerra entreteje
una obra maestra, suculenta, plagada de referencias históricas, sublime,
excelsa, truculenta, bien estructurada, emotiva, que conduce a todo tipo de
sensaciones, haciendo que las palabras se transformen en imágenes visuales en
el pensamiento, como quien te arranca de la butaca de tu casa y te lleva a contemplar
la obra de Gaudí y su pensamiento. Un ejercicio de imaginación que no se debe
alejar mucho de lo que debió suceder en la vida de este gran arquitecto.
Carlos Mesa: Ver su comentario en Facebook
Periodista de investigación y escritor
Enlace relacionado: Día de lluvia en la Colonia Güell (Santa Coloma de Cervelló, Barcelona)
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Nolo he leido aun pero me transferiste el deseo de devorarlo raîdamente, ella es una nvestigadora incaqnsable una escritora que transporta como dices a lugares imaginados o concretos.
ResponderEliminarla felicito y vere la forma ahora que estare por Barcelona de comprar su libro
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