Texto: Alex Guerra ~ Música: Si tu vois ma mère (Sidney Bechet)
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Pere Romeu en Els 4 Gats Póster de Ramón Casas |
La historia de Els 4
Gats comienza a finales del siglo XIX, cuando Pere Romeu trabajaba como animador y camarero en un cabaret francés
llamado Le Chat Noir. A su regreso a Barcelona, seducido por el ambiente
bohemio de aquella taberna, decidió crear una similar, un lugar donde se
vendiera comida barata y a la vez los comensales pudieran disfrutar de música
de piano en vivo. La iniciativa agradó a algunos de sus buenos amigos, quienes
le apoyaron económicamente para poder llevar adelante la empresa. Ramón Casas, Santiago Rusiñol y Miquel Utrillo fueron así, sus socios y más
fieles clientes, los cuales nunca, en los seis años que duró el local abierto,
dejaron de reunirse allí para sus largas tertulias, desde 1897 que dio apertura
inaugural el peculiar local. El cuarto capítulo de “La sombra de Gaudí” comienza en una de estas reuniones de amigos
en las que “se arreglaba el mundo”, y en la que participan, en el libro, además
de los ya mencionados, Joan Maragall y Antoni
Gaudí.
Al comentar Romeu la idea a los amigos, Rusiñol
le dijo que le parecía una idea descabellada puesto que a su restaurante
sólo irían “cuatro gatos”. A Romeu
le hizo tanta gracia el comentario, que decidió llamarlo Els Quatre Gats, inaugurado el 12 de junio de 1897 en un
bellísimo edificio neo-gótico ubicado en la calle Montsió de Barcelona, la Casa Martí, actual número 3, casa
proyectada por el arquitecto Josep Puig
i Cadafalch. En el local pueden verse refinados y artísticos detalles,
combinados con objetos más bien rústicos típicos de un hostal tradicional. Una
extraña mezcla de antiguo palacio medieval y obra de arte de las "artes
menores" como forja, cristal emplomado, etc.
En definitiva, muestra del
modernismo catalán de primer orden, que deja boquiabierto a cualquiera.
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Pere Romeu y Ramón Casas en tándem. Ramón Casas (original en el MNAC) |
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Cartel de promoción de sombras chinas en Els 4 Gats. Ramón Casas |
En aquellos tiempos,
finales del siglo XIX y principios del XX, el modernismo estaba experimentando
una fantástica expansión en Cataluña, que se mostraba abierta a las corrientes
procedentes de Europa, para afirmar sus elementos diferenciales con España y
reforzar su nacionalismo, en un momento liderado por la Renaixença, después de un
largo período de decadencia originado por la derrota de 1714 y la consecuente
pérdida de sus derechos e instituciones nacionales. El movimiento contaba con
el apoyo popular, y los artistas que formaban parte del mismo fueron muy bien
aceptados por la sociedad en general. Esta actitud colectiva de renovación
artística y progreso estaba siendo la base para el impulso de uno de los más
brillantes períodos del arte y la arquitectura catalanes. Básicamente orientado
a un gran desarrollo de la decoración tanto en las fachadas como en los
interiores, el modernismo produjo un
enorme desarrollo de las artes decorativas, ayudado por el horror vacui, que
impulsaba a decorar absolutamente todas las superficies, con una brillante
liberación de las formas, en contraste con la norma anterior, el academicismo,
que representaban la realidad de manera objetiva. Pero no todos vivían en esa especie de burbuja, y los
problemas que sumían cada vez más a la clase obrera en la miseria estaban
calando hondo en la sociedad del momento. La huelga general de febrero de 1902 no había sido otra cosa que una
insurrección de los anarquistas, que se habían separado radicalmente de los
socialistas, aunque éstos se habían visto obligados a unirse a última hora a la
huelga, para no hacer de esquiroles.
Ya desde el año anterior, la intransigencia de los patronos y los convincentes
medios empleados por la Guardia Civil para controlar a los insurrectos, habían
quedado patentes. Pero en febrero, tras una semana de alborotos callejeros,
asaltos a mercados, cierre de periódicos, y enfrentamientos entre civiles y la
fuerza pública, la huelga general había acabado en total fracaso, y con la
muerte de una cincuentena de trabajadores, el despido de unos mil quinientos, y
sus líderes en la cárcel o el destierro, como triste saldo. A los pocos días
todos los obreros habían vuelto a sus puestos de trabajo sin haber conseguido
absolutamente nada.
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Dibujo de Ricard Opisso, de tertulia en Els 4 Gats. Izquierda a derecha: Adolf Mas, Isidre Nonell, Vidal i Ventosa, Manolo Hugué,
Joaquim Mir, Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Ricard Canals, Pablo Picasso y Pere Romeu |
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Pablo Picasso 1899. Menú Els 4 Gats |
En la taberna de Montsió, Gaudí y sus amigos
discutían los tristes acontecimientos de la Barcelona de principios de siglo,
de los que sin embargo, acomodados como eran, ninguno de ellos era víctima.
Cada uno de los viejos compañeros iba proponiendo un tema, abandonándose a un
dulce ejercicio de sueños y confidencias inconfesables, como si hubieran estado
esperando largas jornadas para volver a reunirse. Además de los grandes temas,
políticos y sociales, contaban anécdotas, a veces relacionadas con la familia,
o con el trabajo, pero muchas veces con sus aventuras amorosas. Las del pintor
solían ser más bien infantiles, las del músico ya eran algo más subidas de
tono, las que contaba el poeta eran muy divertidas, hacían reír a todos de
buena gana, y el arquitecto, normalmente se mantenía en silencio. Era muy
discreto con su vida privada, casi inexistente por otra parte. A veces los
amigos le desafiaban a intervenir con alguna de sus vivencias, pero él se reía
y se hacía el distraído. Los demás, le miraban con ojos enternecidos como quien
mira a un niño, un infante que escucha
atentamente las vivencias ajenas sin poder intervenir en las conversaciones, a
espera de vivir su propia aventura. Ese era Gaudí, un hombre, al que le
afectaban profundamente estos acontecimientos. Pero dejando aparte la convulsa
historia del momento, ya que estamos hablando de Els 4 Gats, la cultura estaba
también en ebullición, y en este contexto, ya desde sus comienzos Els 4 Gats fue un lugar que llamó la
atención y en poco tiempo se convirtió en legendario, visita obligada para
todos aquellos artistas que pasaban por Barcelona, pues como decía Rusiñol, lo que era allí esencial era
“el alimento del espíritu”. Se organizaban además de las tertulias (normalmente
presidas por Pere Romeu), otros
espectáculos, conciertos y exposiciones, para los que Ramón Casas pintaba sus famosos carteles al estilo de la época.
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Interior de Els 4 Gats. Pablo Picasso 1899 |
Volutas de humo de pipas y habanos danzaban sinuosas
a la luz difuminada que atravesaba los vidrios esmerilados y multicolores de la
entrada, creando un ambiente impregnado de bohemia que inspiraba distendidas
tertulias a los clientes habituales emborrachados de sueños. Alrededor de la
mesa contigua a la puerta, se congregaba la peña de siempre, amigos y
patrocinadores de Pere Romeu,
funcionando como centro de operaciones del movimiento modernista de Barcelona.
Pintores, escritores, poetas, arquitectos, profesionales liberales, artistas e
intelectuales del momento, se congregaban en aquel singular lugar de los bajos
de la Casa Martí, para discutir
temas relacionados con el modernismo y el creciente catalanismo, así como la
posición de la burguesa Liga Regionalista que representaba al mismo. En 1899, con tan solo 17
años, Pablo Picasso comenzaría a
frecuentar el local, realizando allí su primera exposición, en la sala
principal. El cartel utilizado para aquel primer menú de la casa, es obra de Picasso. Además del pintor, por el
local pasaron en la época músicos como Isaac Albéniz y sus amigos Enric
Granados y Lluís Millet, y dibujantes como Opisso, quien dejó un famosísimo
dibujo de varios de los contertulios de siempre. Adolf Mas, Isidre Nonell,
Vidal i Ventosa, Manolo Hugué, Ricard Canals, Joaquim Mir, Rubén Darío… Todos
ellos fueron a Els Quatre Gats. Estuvieron, se sentaron, comieron y
bebieron, hablaron y se conocieron unos a otros. Todos esos grandes artistas e
intelectuales, dejaron de una u otra manera su impronta. Aquellos primeros
años, los más luminosos y expresivos, quedarían retenidos para siempre en el
ambiente del lugar, donde hoy en día aún se puede respirar el aroma de la
vibrante bohemia de aquel tiempo. Tal era el empuje cultural de Els Quatre
Gats, que llegó a editar su propia revista, llamada Pèl & Ploma.
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Els 4 Gats en 1904 |
Pero lamentablemente Pere Romeu era un idealista, y no un
hombre de negocios práctico. Además de que los precios eran muy reducidos, si
alguno de los clientes no tenía dinero para pagar la consumición, no lo tenía
en cuenta, de manera que con el correr del tiempo, se fueron acumulando las
deudas en Els 4 Gats. Por lo tantos, seis años después de la inauguración,
en junio de 1903 la taberna tuvo que cerrar sus puertas para sorpresa de todos
los barceloneses. Pere Romeu se dedicó a varias actividades después del cierre,
pero con su nulo sentido práctico, nunca dejó de ser pobre hasta su muerte
pocos años más tarde, en 1908. Su querido amigo, Santiago Rusiñol, le dedicaría los siguientes versos: “aquell lloc pintoresc, ple de somnis, que
espantaven el menestral; aquells quadres de les parets que les noies de la casa
no podien anar a veure perquè els agradaven massa; aquella fumera de pipes que
emborratxava d’idees els parroquians de la casa; dorm en pau amic, que te’l
mereixes. Sol havies fet el bé, i no tinguis pena de marxar! Nosaltres sí que
et trobarem a faltar, i en tí trobarem a faltar una època en la que la fantasia
feia viure.” Después el local se convirtió en sede del Círculo Artístico de Sant Lluc, hasta 1936 que tuvo que cerrar debido a la Guerra Civil.
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Els 4 Gats en 1900 |
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Casa Martí en la actualidad. Puig i Cadafalch |
No fue sino hasta la
década de los ’70, que tres empresarios del ramo de la gastronomía (Pere Moto,
Ricard Alsina y Ana Verdaguer), se asociaron para volver a abrir sus puertas,
con nuevas propuestas para encajar con los nuevos tiempos, pero manteniendo el
ambiente bohemio de los orígenes. En los años ’90 fue restaurada la Casa Martí (como se llama el edificio
donde está emplazado el local) gracias al entusiasmo del empresario Josep María
Ferré, confiriéndole el aspecto necesario para cumplir con las exigencias
actuales de sus ilustres visitantes de todos los ámbitos y partes del mundo. La
entrada del edificio ya es fascinante, pero de Els Quatre Gats llaman la
atención sus grandes ventanales ojivales con vidrieras policromadas, aunque el
interior sea quizá la parte más espectacular. El mobiliario y las lámparas
circulares de hierro forjado le dan un aire marcadamente medieval, ambos
diseñados por Puig i Cadafalch, y costeadas por el pintor Ramón Casas. Como ya
dije, es un local de ambiente único en Barcelona, cargado de historia y
cultura, modernismo y bohemia, donde es posible imaginar cómo formó parte de
una historia, y sentirse parte de ella. En Els Quatre Gats se respira Ramón Casas
nada más entrar. Basta echar un vistazo simplemente a las copias de sus dos
magníficos cuadros donde se representa con su amigo Pere Romeu, viajando en
coche y en bicicleta.
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