Un paseo bajo la lluvia por 200 años de historia
Aunque en la actualidad se encuentra integrado en la metrópoli, el cementerio de Poblenou fue la primera gran necrópolis de España construida alejada de la ciudad, adelantándose a la primera legislación española que ordenaba el entierro fuera del núcleo urbano. Por orden del obispo Climent, se construyó en la segunda mitad del siglo XVIII, en una zona despoblada de uso agrícola, debido a la insalubridad que causaba inhumar los cuerpos en las parroquias, práctica habitual sobre todo entre las personas distinguidas. Al entrar se abre ante nosotros una monumental fachada de corte neoclásico, raramente mezclado con algunos elementos que fácilmente reconocemos como egipcios.
Aunque en la actualidad se encuentra integrado en la metrópoli, el cementerio de Poblenou fue la primera gran necrópolis de España construida alejada de la ciudad, adelantándose a la primera legislación española que ordenaba el entierro fuera del núcleo urbano. Por orden del obispo Climent, se construyó en la segunda mitad del siglo XVIII, en una zona despoblada de uso agrícola, debido a la insalubridad que causaba inhumar los cuerpos en las parroquias, práctica habitual sobre todo entre las personas distinguidas. Al entrar se abre ante nosotros una monumental fachada de corte neoclásico, raramente mezclado con algunos elementos que fácilmente reconocemos como egipcios.
En ese tiempo, Barcelona aún era una
ciudad con murallas, que comenzaba a crecer demográfica y económicamente. Las
fosas comenzaban a saturarse. La falta de infraestructura mínima, como agua
corriente o una red de cloacas, creaban grandes problemas de salud, que se
veían agravados por las prácticas tradicionales de enterramiento. No obstante,
en aquellos tiempos pocos querían ser enterrados en Poblenou, pues consideraban
deshonroso no acabar los días en sus iglesias, en sus barrios y mucho peor, ser
enterrados fuera de la ciudad. Así hasta 1813, fecha en la que el cementerio
fue derribado por orden de Napoleón, allí sólo eran enterrados los más humildes
pobladores, los abandonados y los que nadie reclamaba después de su muerte.
Derribado este cementerio, el terreno
pasó al olvido hasta que años más tarde volvió la necesidad de construir uno,
por los mismos problemas que Climent ya había detectado. Nuevas costumbres y
modernizaciones sobrevenían en la ciudad durante aquel tiempo. La creación de
un nuevo recinto mortuorio era más urgente que nunca, y sólo seis años más
tarde de su destrucción y abandono, se construyó una necrópolis de corte
neoclásico, dividido en cuatro zonas e ideado como un cementerio igualitario,
con uniformidad de nichos e igualdad de lápidas.
Pero este planteamiento igualitario no
convenció a la burguesía catalana, cuyos miembros contrataron a los mejores
arquitectos y escultores del momento para ostentar su poder hasta después de la
muerte, creando grandes panteones y obras de arte para sus sepulturas, por lo
que a mediados del siglo XIX, tuvieron que realizarse ampliaciones, destinando
una zona del recinto a estas nuevas tumbas, detrás de la capilla, y conocida
hoy como el recinto de los panteones, un impresionante museo al aire libre,
extraña mixtura de diversos estilos.
Barcelona se acostumbró al cementerio
de Poblenou y a la nueva práctica funeraria no sin dificultades. Al principio
el malestar de los habitantes por la construcción de la nueva necrópolis se
traducía en rumores sobre robos de joyas o cuerpos de las tumbas, y quejas por
los peligros de salir extramuros y el escaso transporte para llegar hasta la
necrópolis. Aún así, ésta fue
acomodándose entre las sociedad barcelonesa, y gracias a la distancia de la
ciudad al camposanto y a las nuevas prácticas de inhumación, aparecieron nuevas
profesiones como la de enterrador y portador de difuntos, y unos años más
tarde, surgirían las primeras carrozas funerarias.
Pero tal vez el peor momento para este
camposanto había sido el vivido después de la inauguración del cementerio del
Sud-Oest, en Montjuic, a finales del siglo XIX. Este hecho lo relegó a un
segundo plano, cayendo casi en el total abandono, aunque años más tarde,
volvería a surgir sobre sus cenizas, para posicionarse ya definitivamente entre
los barceloneses.
El paisaje dentro del recinto es
impresionante, y a pesar de la tristeza del sitio, por lo que significa, se
puede sentir la emoción que emana de todo aquel vibrante arte. Ángeles y
vírgenes compiten entre sí en belleza y misterio, pero quizá la obra
escultórica que más impacta, es El beso de la muerte, que representa un
difunto y un cadáver alado, o ángel de la muerte, que se lleva el alma del
caído al cielo, no sin una morbosa crueldad. Las cuencas oculares vacías del
ángel parecen observarnos y seguirnos con la mirada hueca; la verdad, los
vellos se me erizaron y tuve que retirar la vista de aquel rostro pétreo,
perturbado. La escultura está acompañada de unos emocionantes versos de mosén
Verdaguer. Leí los versos: Mes son cor jovenívol no pot més;/ en ses venes
la sanch s’atura y glaça/ i l’esma perduda amb la fe s’abraça/ sentint-se caure
de la mort al bes. Un catalán muy anticuado, difícil de comprender, al
menos para mí!!
Estos espectaculares panteones, estaban
reservados para las familias de la vieja burguesía catalana. Pero conforme seguimos
caminando, llegamos al sector de los nichos, que podría haber parecido lúgubre
de no ser por todas las flores naturales y artificiales, plantas, velas votivas
envueltas en plástico rojo, pequeños frasquitos, estampitas y fotografías,
cruces y cristos crucificados, vírgenes y angelitos, que la gente había ido
dejando en las aberturas y sus pequeños estantes. Una gran explosión de color.
Pero hay uno, uno de esos nichos, que
concentra un inmenso catálogo de esas baratijas, inclasificables de tan
heterogéneas. Se ve además que los nichos de alrededor e incluso parte de la
pared de enfrente, permanecen vacíos para dar cabida a las ofrendas que la gente
deja en aquel. Es la sepultura del llamado Santet, o santito en
castellano, un joven fallecido muy prematuramente hace alrededor de cien años,
y rodeado de una arraigada leyenda urbana a causa de su bondad en vida y los
supuestos prodigios, favores y milagros que en ella obraba, y que incluso sigue
obrando, aunque nada probado documentalmente, cosa que no impide que su tumba
sea constantemente visitada y ornamentada por gentes de todo el mundo para
rogarle ayuda con auténtica veneración.
Posé mi mirada
por última vez en el nicho del santito, antes de seguir nuestro extraño paseo,
y recordé con profunda tristeza un hecho que un día alguien me contó: la injusta
desgracia que padecieron los restos mortales de todos los familiares que Antoni
Gaudí había de enterrado allí. Su madre Antonia, su padre Francesc, sus dos
hermanos, Francesc y Rosa, su padrino Plácido y su sobrina Roseta, que habían
reposado en un nicho de este cementerio hasta 1994, fueron macabramente
trasladados por orden de desahucio del Ayuntamiento a la fosa común, por impago
del nicho. Acontecimientos como este no tienen explicación ni excusa posible,
según lo veo yo. Con lo que Barcelona le debe al arquitecto catalán, el
Ayuntamiento debería haberle construido a los suyos el mejor panteón del
cementerio y sin embargo, los abandonaron en la fosa común. El eterno misterio
de la ingratitud y la miseria humana.
¿Hay algo
más típico que un gato negro en un cementerio, en un día de lluvia del puente
de día de los difuntos? Pues ale!!! Allí lo tenemos, y juro que no lo trajimos
ni atrajimos, allí estaba él orondo, curioseando impávido con su mirada felina
cada paso que dábamos.
Como esta
construcción hay centenares, pero pasamos solo un rato de la mañana y mediodía.
Si os digo la verdad, es uno de esos lugares donde uno podría perderse días
tomando fotografías. Este edificio viejo, amarronado por el paso del tiempo y
las plantas naciendo de sus techumbres, me encantó, pero hay muchos más. Escenario
perfecto para un película de terror, ¿no os parece? Volveré, con toda
seguridad!!!
Mes son cor jovenívol no pot més;/ en ses venes la sanch s’atura y glaça/ i l’esma perduda amb la fe s’abraça/ sentint-se caure de la mort al bes.
ResponderEliminar"Pero su corazón juvenil no pudo más, por sus venas la sangre se para y hiela/congela, y el ánimo* perdido con la fe se abraza, sintiéndose caer de la Muerte al beso."
*"l'esma" puede definirse como el ánimo vital, la esencia que mueve la vida.
Muchísimas gracias por la traducción, la verdad, es un catalán muy arcaico que cuesta bastante de entender. Gracias otra vez.
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